La terapia celular, especialmente la terapia con células madre, es una esperanza para pacientes que padecen una enfermedad incurable, en donde el tratamiento se enfoca en manejar los síntomas en lugar de tratarlos [1]. Para lograr este cometido, la terapia de células troncales mesenquimales (MSCs), busca mejorar y restaurar el cuerpo a través de modulación, estimulación, regulación y/o restablecimiento de la población endógena celular. [2]
Los beneficios de las células madre han sido ampliamente estudiados y reconocidos hasta el punto de declararlas como un tratamiento seguro [3] para múltiples patologías. Esto debido a su capacidad de diferenciación que propicia la regeneración del cuerpo, su efecto inmunomodulador, antiinflamatorio y antivírico, entre otros [4].
Debido a que la aplicación intravenosa de células madre no va dirigida a un sitio específico, sino que se transportan a través del sistema circulatorio, los beneficios ya conocidos son entregados de manera sistémica. Es decir, el cuerpo es el encargado de discernir los sitios a los que se prestará atención, de acuerdo al daño que presenten. Esta habilidad de auto direccionamiento se llama homing, y es una cualidad que da lugar a estrategias mínimamente invasivas de entrega.
El homing sistémico que toma lugar en la aplicación intravenosa es un proceso que consta de 3 diferentes etapas. La primera es el reclutamiento celular, esta se da en el ingreso de las células al sistema circulatorio, donde empieza la señalización al sitio de afección gracias a la cascada desatada por mediadores proinflamatorios, que dan respuestas de motilidad y de adhesión a las MSCs.
La segunda etapa consta de la extravasación en el sitio cercano a la afección, es decir, la salida de la célula madre del vaso sanguíneo hacia el tejido [5], dado por la concentración de linfocitos alrededor de la lesión [6].
Por último, se da la migración intersticial al sitio de afección en donde inicia el efecto terapéutico [7], es aquí donde se inician la secreción de citocinas antiinflamatorias y diferenciación.
Por esta habilidad de auto-localización, las MSCs son usadas en administración intravenosa desde hace años para tratamientos de afecciones como accidentes cerebrovasculares, en donde se ha logrado una mejora de un 6.8 a un 10.8 en la escala de Barthel, un común indicador de discapacidad, en tan solo seis meses [3], calificando así a los pacientes como independientes en la mayoría de los rubros [8]. Esto se debe a su capacidad de activar mecanismos regenerativos, contribuyentes a la restauración de las funciones cerebrales. Así mismo, con el tratamiento se ha mostrado reducción del edema y del área de lesión [9].
Aunque la aplicación intravenosa de MSCs ya contaba con antecedentes como tratamiento para reparación pulmonar de enfermedades como fibrosis idiopática [10], asma [11] y enfermedad pulmonar obstructiva (EPOC) [12], entre otras; este tratamiento se volvió especialmente popular durante la pandemia de COVID-19[4]. Esto principalmente por sus habilidades de diferenciación que promueven la regeneración y la secreción de factores antinflamatorios [13].
Algunas otras aplicaciones de MSCs que existen son para padecimientos cardiovasculares [14] y enfermedades crónicas como el autismo [15]. No dudes en ponerte en contacto para más conocer más sobre nuestros protocolos especializados y aplicaciones de Biounity Drip.