La terapia celular, particularmente con células madre troncales mesenquimales (MSCs), está siendo cada vez más usada debido a sus resultados avalados por grandes instituciones como la Sociedad Americana del Corazón. De igual manera, debido a los avances tecnológicos [1], su extracción, aislamiento y expansión son cada vez más sencillos [2].
Según un estudio realizado en 2020, la aplicación intravenosa de MSCs es la más utilizada, representando el 43% de los ensayos clínicos registrados hasta el 2018. Entre estas, las aplicaciones cardiacas se encuentran entre las más populares, ocupando la tercera posición [3]. Considerando que se proyecta un incremento en la incidencia de enfermedades cardiacas [4], [5] se espera que la aplicación aumente.
En virtud de las estadísticas favorables que presenta este tratamiento, estudios han comprobado que la terapia con células madre ha reducido la tasa de infarto en pacientes con insuficiencia cardiaca en un 79% y ha reducido la muerte por complicaciones cardiacas hasta en un 80% [6]. El año pasado, un meta-análisis sobre la aplicación de MSCs para mejor pronóstico en insuficiencia cardiaca presentó resultados similares, agregando que esta terapia mejoraba la fracción de eyección del ventrículo izquierdo y una reducción en el índice de re-hospitalización [7], [8].
La aplicación intramuscular en el corazón, si bien es la más popular para terapias cardiacas de MSCs, la administración intravenosa supone una alternativa mucho menos invasiva, sin perder los resultados comprobados, aunque esta última puede suponer una dosis mayor . El trasplante de MSCs presenta una acumulación de estas en los sitios de afección, dando lugar a múltiples efectos como: inmuno-modulación, aumento en diferenciación y reducción en muerte de cardiomiocitos, promoción de vascularización y reducción de la inflamación [8].
En el caso particular del infarto, se desencadena un proceso inflamatorio que, dependiendo de su intensidad y duración, determina el pronóstico del paciente. De aquí surge la importancia de las citocinas antiinflamatorias secretadas por las MSCs que permiten controlar esta inflamación, evitando complicaciones y mejorando el pronóstico [9].
El efecto inmunomodulador se da gracias a su capacidad de regular la polarización de macrófagos, la activación de células T, Natural Killer (NK) y dendríticas. En consecuencia, esto ejerce control sobre la piroptosis, causando una reducción en la muerte de cardiomiocitos [10]. Tras la aplicación de MSCs, la diferenciación a las células nativas que se presenta en el tejido cardiaco, con una distribución similar a la de los cardiomiocitos, se da gracias al incremento en proteínas marcadoras propias de las células cardiacas como la troponina T [11].
La inyección de MSCs es un tratamiento ampliamente estudiado para la revascularización del organismo, debido a que estas células son secretoras de diferentes factores que, entre otras cosas, estimulan la regeneración y el equilibrio de los vasos sanguíneos a un nivel micro y macro para la reparación de tejidos dañados.
Algunos ejemplos de estos factores secretados por las MSCs son: el Factor de Crecimiento Epitelial (EGF), que promociona el crecimiento de células endoteliales vasculares; el Factor de Crecimiento de Fibroblastos (FGF) que promueve angiogénesis y proliferación endotelial; el Factor de Crecimiento Hepático (HGF), que es una citocina multifuncional que estimula la mitogénesis y motilidad celular, con un rol principal en regeneración tisular y angiogénesis; y por último, el Factor de Crecimiento Similar a la Insulina (IGF), regulador de proliferación celular y diferenciación, que reduce la apoptosis y mejora la angiogénesis [2].
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